miércoles, 4 de noviembre de 2015

49 cosas que se pueden medir en semanas

- Joder, qué de tiempo hace que no te veía.
- Sí, es que he estado en Antananarivo viviendo, por el curro, ya sabes.
- Hostia, qué guay. ¿Cuánto has estado allí?
- Pues unas 12 semanas.
- ...

¿Sabríais decirme cuánto tiempo ha estado en Anatananarivo así, de primeras? No, claro que no. Porque la gente no sabe medir las cosas en semanas. A eso viene este reportaje, a pedir que Instagram deje de decir 'Esta foto es de hace 6 semanas', porque eso no facilita la vida a nadie. Yo no tengo Insta, pero es que el otro día me metí en uno de repente porque pude y tenía tiempo (el de Risto Mejide, que por lo visto tiene una novia de 19 años y yo con estos pelos) y me di cuenta de que ahí se mide el tiempo en semanas. Y eso es una imbecilidad por una razón sencillísima: la gente no se sabe la tabla del 7. No lo penséis, no os la sabéis. Si hasta con el 7 por 4 estás dudando, copón. No te la sabes.

Por eso yo os traigo 49 cosas (siete por siete, hete ahí el chiste) que SÍ se pueden medir en semanas, para que no te sientas mal ni los de Instagram estúpidos. Y ordenadas de menor a mayor. Son estas:


1. Un concierto de Justin Bieber en Europa.
2. Cuando en Twitter cambiaron el Fav por un corazón.
3. Cuando te reíste mucho con algo pero no lo compartiste por el qué dirán.
4. Lo que te dura la resaca a los 21.
5. Lo que te dura la resaca a los 22.
6. La veces que he podido ver ESTE VINE.
7. La gracia de Santi Millán.
8. Un gatillazo durante una paja.
9. Esto lo lee mi madre.
10. "¿Y la europea?".
11. Las veces que has dicho 'Y donde estamos ahora es Montera, la calle de las putas'.
12. Los que están en el extranjero y echan de menos la comida española cuando aquí cenaban Yatekomos.
13. La risa nerviosa al decir en clase algo mínimamente sexual.
14. A aquello no sirvió que le pusieran nombres a las cosas como senos y cosenos o verbos copulativos.
15. Brad Pitt haciendo esto:

16. El tiempo que pasaste con las pegatinas TAS,  aquellas de Bollycao que decían 'Toi agotao', 'Toi namorao' o la genial 'No toi'.
17. La gente que dice 'Yo no tengo Tinder, tengo Adopta'.
18. Todos los vídeos de Jorge Cremades juntos.
19. El tiempo que hace que no publicábamos nada.
20. Que es más o menos lo que tarda Pedro Sánchez en atentar contra 
el imperativo de la gramática española .
21. (Es de aquí a aquí, para que nos entendamos).
22. Los etcéteras de los exámenes a desarrollar.
23. Los tráileres de películas que te cuentan la película.
24. El que te dijo 'pues ya si eso quedamos'.
25. La última vez que te sentiste excluido de un grupo por culpa de una serie de televisión.
26. La última vez  que un amigo te dijo 'me lo apunto' y no se apuntó nada.
27. La veces que has visto el capítulo de Rascapiquilandia.
28. Lo que eres capaz de soportar el frío con tal de no poner la calefacción.
29. El arrepentimiento de la que se fue de Erasmus con novio.
30. Los celos del por entonces novio.
31. Las veces que has visto 'Sólo en casa'.
32. Lo que te tarda en sacar película Woody Allen (52 semanas, que es un año).



33. La cara que se te queda cuando tienes que ocupar 49 cosas.
34. Todos los 'dale' de Pitbull juntos.
35. La gente que ve Gran Hermano pero en realidad 'no me gusta, ¿sabes? Es que...'.
36. Tu último viaje a Portugal.
37. Tienes que devolver el libro aquel que te dejaron...
38. Lo que corrió Forrest Gump
39. El tiempo que hace que no folla un amigo mío que hace mucho que no folla.
40. El tiempo que hace que no folla otro amigo mío que hace mucho que no folla, pero este un poco más.
41. Charlize Theron.
42. (Charlize Theron puede hacer lo que quiera, ¿queda claro?).
43. Cuando lo del Chikilicuatre.
44. Lo que hace que no sale en una película Rick Moranis.
45. Deberías saberlo, pero vale, es este SEÑOR:



46. Lo que te dura la resaca a los 23.
47. Maradona en un partido contra la droga:



48. La distancia a Andrómeda en semanas/luz.
49. La última vez que cambié de móvil.



domingo, 12 de julio de 2015

Por qué el nuevo vídeo de Star Wars de la Comic Con es mucho mejor que cualquier trailer

"Nada ha cambiado... bueno, todo ha cambiado, pero nada ha cambiado..."



Cuando, durante el rodaje de La amenaza fantasma, George Lucas y los mil y ún asalariados de Industrial Light & Magic se proponían rodar una de las primeras escenas en las que se utilizara un sable láser, se toparon con una dificultad inesperada. El escocés Ewan McGregor, famoso por haber personificado el cinismo y el desapego posadolescentes en la figura de Mark Renton y el marco de Trainspotting, ahora llamado a sustituir los rasgos de sir Alec Guinness, se lo estaba poniendo bastante difícil. No por padecer algún tipo de inmovilidad facial en la estela de Hayden Christensen, o por criticar ciertas ideas polémicas del guión de La amenaza fantasma (aun cuando él, como nadie, tampoco supiera qué carajo era una Federación y qué pintaba en una peli de La Guerra de las Galaxias); qué va. En ese sentido, estaba resultando un trabajador modélico e incansable, siguiendo con entusiasmo cada indicación. De hecho, ahí radicaba el principal problema; el entusiasmo. Demasiado entusiasmo. Cada vez que Ewan sostenía la empuñadura del sable láser, cuya hoja sería insertada en posproducción, y la blandía siguiendo la coreografía que tan concienzudamente había memorizado, ciertos sonidos escapaban de su boca. Wiiing. Wiiing. Sonidos a todas luces innecesarios, pero que el chico simplemente no podía evitar farfullar. Los arbitrarios wiiings, así las cosas, estaban echando a perder las tomas, por registrar el micrófono ciertas pistas intrusivas, y alguno de los responsables ya se temía que iban a tener que recurrir a Liam Neeson para que le dijera cuatro palabritas. George Lucas tomó cartas en el asunto y le acabó afeando el gesto. Ewan sonrió con embarazo, cerró los ojos y asintió con la cabeza. "No volveré a hacerlo, lo siento". Una vez dijeron "Acción", sin embargo, ocurrió exactamente lo mismo. Wiiing. Wiiing. 
   ¿Quién en el ancho mundo podría culpar a Ewan McGregor? Por entonces contaba con algo menos de 27 años, y aquéllos estaban siendo los mejores días de toda su vida. Sencillamente, no se lo podía creer. Estar ahí, con aquel señor barbudo tras las cámaras, con un sable láser en la mano. Haciendo de Ben Kenobi, por el amor de Dios. Ni en sus sueños más mágicos podía haber imaginado tomar parte en algo así. O bueno. Quizá en sus sueños más mágicos sí. Sólo en ellos.



   Hay ciertas ocasiones, sino todas, en las que una anécdota, una historia en apariencia banal, es capaz de resumir toda una era y de ilustrar sobre ciertos aspectos de la naturaleza humana con mayor tino y detalle que un ensayo de ciento ochenta páginas. Porque, ¿qué se puede contar sobre Star Wars que no sepamos ya? ¿Qué nuevas rimbombantes palabras han de emplearse para describir el fenómeno? Ewan McGregor, pidiendo disculpas al equipo con la boca pero desafiando con sus ojos, representaba no a una sino varias generaciones aquel día en ese minimalista set (la pantalla verde era algo con lo que no se sentía del todo cómodo), acaso sabiendo que todos nos comportaríamos de modo semejante de encontrarnos en su lugar. El nuevo vídeo de la Comic Con de San Diego está impregnado en un sentimiento así. De hecho, su banda sonora no es la marcha imperial o aquel arreglo tan espectacular que sonaba cuando Luke y Han se montaban en las torretas del Halcón Milenario para destruir a los Cazas TIE. No. Eso no es más que un símbolo, en consonancia al casco descuajeringado de Darth Vader del segundo trailer o al clima desértico del nuevo planeta que no es Tattoine. La banda sonora del nuevo vídeo de la Comic Con de San Diego es el wiing wiing. 
   Y cada declaración a cámara de esta maravilla audiovisual refrenda esta idea."Ya me puedo morir". "Todos los días voy al trabajo sonriendo". El bueno de Simon Pegg descubriéndonos lo obvio: "Toda mi vida conduce a este momento, estoy en el cielo". Rematando. "Star Wars. Ardería por Star Wars". Tan simple como eso. No es ya sólo cuestión de nostalgia, la palabra que este verano, este siglo, nos golpea incesante y contundente. Es algo más, una sensación que se proyecta hacia adelante, retroalimentada con años y años de excitación interminable a la cual un nuevo foco no devenía necesario, pero tampoco baladí. Y más si cada nueva información que nos llega de El despertar de la Fuerza, limitada hasta lo absurdo (¿por qué sigue existiendo el Imperio?, ¡¿por qué ese sable láser de tan desastrosa ergonomía?!, ¡¡¿por qué C-3PO con ese brazo rojo?!!, ¡¡¿¿POR QUÉ SOLDADOS CLON NEGROS??!!), nos revela que las cosas, sean cuáles sean éstas, se están haciendo bien. Muy bien. De un modo en que ni la intención capitalista subyacente consigue decepcionarnos por lo resultón de su fachada, por lo atinado de sus flashes. ¿Por qué que alguien que no sea Harrison Ford pueda llegar a hacer de Han Solo nos cabrea menos que alguien que no sea Harrison Ford pueda llegar a hacer de Indiana Jones? Muy sencillo. Esta peña, que habla de "una evolución de la tecnología con un pie en el mundo predigital", J.J. Abrams, Lawrence Kasdan, John Williams, Adam Driver, cuenta con nuestra confianza. Porque la Fuerza está, o parece estar, con ellos. Que Chris Miller y Phil Lord (La Lego Película, Infiltrados en clase, Lluvia de albóndigas, Brooklyn Nine Nine) sean los destinados a independizar las aventuras del contrabandista corelliano también influye, obviamente.


   Puede que nos equivoquemos, claro, y que todo acabe siendo un bluff y los corsarios no puedan acabar evitar mostrando su auténtica bandera. Puede que el séptimo episodio sea una puta mierda, que el personaje infográfico de Lupita Nyongo suscite la inquina del respetable y que los protas de la trilogía original luzcan acartonados y ridículos. Puede que El despertar de la Fuerza no sea más que otro Jurassic World. Sin embargo, habrá merecido la pena. Lo cierto es que nadie podrá quitarnos estos meses de ilusión, de emoción, de niñez retornada.Y, ante todo, nadie podrá quitárselos a ellos.
   Ved el nuevo vídeo de la Comic Con de nuevo, comprendedlo, y sentíos dichosos de haber existido durante el año 2015.


sábado, 4 de julio de 2015

"¿Qué ocurre en el futuro, Doc? ¿Nos volvemos gilipollas o algo parecido?"

No recuerdo la primera vez que vi Regreso al futuro. Obviamente. A ver, rebuscando un poco en la memoria y añadiendo una pizca de imaginación podría situarme en un sofá después de comer (en torno a las 16:00, o probablemente justo a esa hora) y viendo La 1. Más concretamente, a efectos de parrilla, acudiría al espacio conocido como "Sesión de Tarde", en el cual no sólo emitirían la filmografía completa de Michael J. Fox (breve pero válida para dar a luz a un negligente y primitivo ídolo), sino también gemas del género de la nostalgia (convertido en género exactamente en el año 2015) como Los gemelos golpean dos veces, ¡Alto!, o mi madre dispara o Corazón de Dragón. ¿Cuántos años tendría? Pues ni puta idea oye. Los suficientes. Los justos para caer enamorado.
   Mi idilio con Regreso al futuro, sin embargo, siempre careció de chispa, de enérgicas acometidas, de ávida necesidad. Ni siquiera las primeras tres veces que la vi sentí en mi ser la pasión, la maravilla spielbergiana, que sí noté sin ambages con otros filmes como La Guerra de las Galaxias, Indiana Jones o, albricias, Parque Jurásico. No era consciente. Nunca lo fui, mientras la veía una y otra vez. Habíamos pasado directamente a la rutinaria convivencia, a la presencia tácitamente tolerada. Regreso al futuro era una acompañante silenciosa, de la cual ni siquiera llegué a tener nunca ganas de memorizar sus diálogos y recitarlos para recreación, o marginación, de los amiguetes. Ni me lo planteaba. Siempre había estado allí. No era nada excepcional.


   Siguiendo con este afán por hacer de la vida un relato coherente y lógico, que me llevara por fuerza al momento presente en el que confirmo que para mí no hay nada como Regreso al futuro (dejemos de lado divisiones entre una u otra parte de la saga, Regreso al futuro es un concepto y como tal será tratado en este loquesea), puede que la llegara a tener un día grabada en un VHS. Pero seguía dando igual. Hacías zapping con todos a tu alrededor durmiendo la siesta, ponías La 1 y allí estaba, y mi familia al completo abría los ojos y sustituía unos sueños por otros. Y la veíais enterita. Con anuncios y toda la pesca. No intercambiábamos palabra alguna en esos breves (qué tiempos) paréntesis, a ninguna mente iluminada por la modernidad se le ocurría echar mano de ese VHS que, joder, está sin anuncios, dejemos de hacer el tonto y pongámoslo. De vez en cuando, eso sí, te permitías una pequeña distracción y depositabas la vista sobre tus padres, y te ponías por enésima vez en la piel de Marty. Y, por enésima vez, molaba que no veas. Cambiabas el monopatín por la bicicleta mierder, la guitarra eléctrica por la flauta dulce, Jennifer por la primera de tu clase a la que le crecieron las tetas (ahora tiene dos churumbeles), Hill Valley por ese pueblecito manchego que, ¿coincidencia?, tampoco aparecía en los mapas. Total, que entre unas cosas y otras no te despegabas del sillón hasta la seis y pico, cuando la peli finalizaba (luego siempre echaban otra peor, no recomendada para 13 años), y la familia se disgregaba y cada uno seguía a lo suyo. El ritual había finalizado, hasta la próxima, que no tarde.
   Es de esperar que como mi familia habrá habido muchas más que pudieran practicar dicho ritual durante poco menos que treinta años; que como yo habrá más chavales que incluso el flujo de la historia les permitiera verla por primera vez en pantalla grande. Estamos de aniversario. Para unos pocos afortunados son treinta años; para mí, la verdad es que he perdido la cuenta, siempre fui una calamidad con las fechas, pero el sentimiento sigue intacto. 


   Decía antes que el año 2015 ha sido el del nacimiento del género cinematográfico conocido como "nostalgia". Dejando de lado las correspondientes consideraciones comerciales (fresco en las retinas el desvergonzado delirio de Jurassic World, avecinándose grisáceo Terminator: Gynesis), de un tiempo a esta parte llevo revalorizando como un jodido carcamal toda mi experiencia televisiva, cinematográfica y musical, y Regreso al futuro ha salido, qué duda cabe, muy bien parada. No tanto por sus logros emocionales (indiscutibles, aun cuando la opinión de un chico que lo flipaba con cada segundo de metraje pudiera difuminar impresiones postreras), como por los endémicos, los que siempre habían estado ahí ocultos y fui desentrañando según la etiqueta "cinéfilo" llegó a mi vida para cambiarlo todo. O casi todo.
   Ya fuera a través de visionados analíticos despojados de cualquier tipo de frialdad, inéditas charlas con colegas que te acompañaban en el sentimiento, o los ojos de una persona que nunca la había visto hasta que acudí con ella a un maratón y dijo algo así como "es la polla" (y qué iba a decir el desgraciao, por otra parte), acabé comprendiendo que Regreso al futuro no era un placer culpable, que no tendría que mencionar su título con la boca chica a la hora de enumerar obras maestras. ¿Qué guión hay más perfecto? ¿Qué actores más carismáticos que Michael J. Fox y Christopher Lloyd? ¿Qué banda sonora más épica que la de Alan Silvestri? Es un hecho. Con el monóculo cinefílitico colocado me di cuenta de todo esto, advertí el asombroso hito que, por ejemplo, era la primera parte en toda su extensión (¿cuándo 116 minutos han parecido tan pocos?, ¿CUÁNDO?); la complejísima y audaz construcción del argumento de la segunda (olé vuestros huevos por ese clímax, OLÉ); o el potencial emotivo de la tercera (la escena en la que Doc le entrega esa fotografía a Marty, por el amor de Dios). De estas últimas, también acabé advirtiendo los errores garrafales de guión (no había suficientes pizarras), y lo espantoso a todas luces de la idea de un Doc enamorado. Pero, amigos, ¿qué más da? 


   Robert Zemeckis, que sólo se convirtió en vuestro director favorito cuando descubristeis que aparte de la saga había dirigido también Tras el corazón verde, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Forrest Gump y Náufrago, ha dicho estos días que sólo podría haber secuela, remake o reboot una vez él y Bob Gale estuvieran muertos, y el mundo ha respirado aliviado. Ellos, obviamente, son conscientes de lo que han creado, del legado que van a dejar, de la beatificación que pende sobre sus cabezas. 
   Y es que no hay duda. Ni nostalgia ni pollas. Regreso al futuro es una obra maestra, una de las cosas por las que merece la pena haber venido al mundo, un logro humanista, un milagro con sabor a dioses. Si pasaras cada puñetero día de tu vida viendo en bucle la saga no habría sido una mala vida en absoluto. Si hubiera que resumir el cine con sólo tres palabras, sí, deletreadlo, "Regreso", "al", "futuro" sería la elección más documentada y elemental. Si alguien no la hubiera visto (pondré en duda su existencia para mayor tranquilidad espiritual), pues bien, ese alguien sería el ser más desdichado de la humanidad, porque no hay desdicha peor que la inconsciente, y no hay película(s) mejor que Regreso al futuro.
   Y no, efectivamente este post no tiene ni puta gracia. Pero tampoco, creo, anda falto de razón.

domingo, 21 de junio de 2015

Por qué El Príncipe de Bel Air es el mejor opening ever


Un minuto y ocho segundos. Un minuto y ocho jodidos segundos. En ese infame tiempo se puede hacer historia. Historia molona, no la de la Commonwealth, por ejemplo. ¿Cómo?, preguntaréis ávidos de respuestas. Siendo el opening de El Príncipe de Bel Air. Porque, lo creáis o no, incautos lectores, es en esta introducción donde se dan las mayores cotas de paroxismo noventero, de la unión de imagen y sonido explicando los mismos hechos, como un todo indivisble, que por separado, no es lo mismo. Como comprarte Nocilla sólo negra. Usted es una vergüenza, perdona que le diga. El caso que nos ocupa: el opening de El Príncipe de Bel Aire es una historia clave en lo que será la ficción sonora per se resumida en un minuto y ocho malditos segundos. Lo comprobamos por estrofas. Y si no, desmiéntemelo:

1.- Ahora escucha la historia de mi vida/ Y de cómo el destino cambió mi movida/ Sin comerlo ni beberlo llegué a ser/ El chuleta de un barrio llamado Bel Air 
En un trono que ni es de hierro pero da vueltas, con toda la molaridad intrínseca a las cosas que dan vueltas, aparece un imberbe Will Smith cantando. MUY BIEN empezamos. Se sobreimpresionan unas letras de tipografía graffitera que tú ya, como jovenzuelo en ciernes que eres, tomas como propias porque ese es tu rollo y tu flow. Y una voz te traduce simultáneamente ese texto al castellano más neutro. Los noventa rules! Okey makey, pero ¿y esa letra? Ya te ha dicho el final, va a ser quien lo peta en Bel Air, pero tú quieres más, quieres saber cómo diantres llegó a ser el chuleta de ese barrio. Luego que si Gabriel García Márquez, que si 'El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30blablablá' y muchas cróncias de muertes anunciadas. Aquí te han dicho que va a ser el chuleta y lo va a ser y no os veo dando el Nobel a Will.

2.- Al oeste en Filadelfia, crecía y vivía/ Sin hacer mucho caso a la policía/ Jugaba al basket sin cansarme demasiado/ Porque por las noches me sacaba el graduado 
Filadelfia. Lo que sabemos de Filadelfia es que TomHanks tiene sida. No es un buen lugar. Se juega al basket (baloncesto en inglés, learning english) pero también te sacas el graduado. Mens sana in corpore sano. Toda una filosofía vital en dos líneas. El Carpe Diem de antes molaba más. Pero allí se crió como un outsider, porque, joder, no le hace caso a la pasma, y si le pillan pintarrajeando las paredes, él hace como que se estaba echando desodorante. Oh, Will, cuántas formas nos has enseñado de librarnos de los problemas.

3.- Cierto día jugando al basket con amigos/ Unos tipos del barrio me metieron en un lío/ Y mi madre me decía una y otra vez/ ¡Con tu tío y con tu tía irás a Bel Air!
Como ya conoces su fascinación por el deporte de la canasta, pues ahí le tienes, con amigos, porque es muy sociable, pero DE QUÉ VAS BITTER KAS. La que ha liado nuestro Will, una pelota ha impactado oportunamente en unos niggas vestidos de black y con un radiocassette como mi puta casa de grande. El lío del que te informa la canción.Y claro, su madre, que tiene una edad considerable como madre, no soporta que su hijo vaya a tener problemas con la peñita, así que opta por la típica solución de madre: mandar al hijo a la otra punta del país con sus tíos para que siga con el basket y el graduado nocturno, porque al revés le viene fatal. Vamos, la solución que cualquier progenitora se ha planteado en algún momento y sólo los foráneos en Madrid sabemos que es cierta.

4.-Llamé a un taxi, cuando se acercó/ Su molonga matrícula me fascinó/ Quería conocer a la clase de parientes/ Que me espera en Bel Air con aire sonriente 
Llamó al típico taxi que hace esta ruta
y, ATENTOS, porque la frase 'Su molonga matrícula me fascinó' entraña tanto amor por los noventa que <3 : el adjetivo molongo/a no se ha dado en ningún otro documento de la época, el verbo fascinar ha quedado en un limbo del que sólo sale cuando cantamos esta intro y, sobre todo, descubrimos que en EE.UU. tú le puedes poner a tu matrícula lo que te dé la real gana, y no un azaroso cúmulo de números y letras al que tenías que sacar un significado que bien podrían tener otros cientos de matrículas. En esta pone 'California FRESH', y ese es, por ahora, el único palimpsesto de lo que es algo molongo. Bueno, eso, y acabar una estrofa diciendo 'con aire sonriente', que vaya poetas había en los noventa traduciendo openings.


5.- A las siete llegué a aquella casa/ Y salí de aquel taxi que olía a cuadra/ Estaba en Bel Air y la cosa cambiaba/ Mi trono me esperaba, el príncipe llegaba
Vamos a ver, vamos a ver. ¿Es imprescindible saber que llegó a las siete? Por supuesto que SÍ. ¿A qué hora va a llegar? Pues justo después de merendar y con el tiempo necesario para dejar las maletas ducharse y cenar. Toda la damn ruta de arriba, los 2.759 kilómetros pensados para llegar a esa hora. Lo que pasa es que algo de aventura tiene que haber y no pensaron mucho en lo de que oliera mal (muy necesario el gesto de Will tapándose la nariz, porque eso significa que huele mal, aunque ya me diréis cómo huelen vuestros autos después de toda ese viaje na más viendo lo mal que huele el metro recién levantao). En fin, que ha llegado a Bel Air y la cosa cambia. ¿Cómo? Pues ya te lo dijo al principio: él va a ser el chuleta de ese barrio. Y eso sólo se consigue imponiendo algunas cosas, entre ellas, que te llamen príncipe. Y Will puede. Claro que puede. Se saca el graduado escolar por las noches porque durante el día procrastina. Eso no se le había ocurrido a nadie. Carpe Noctem. El amo. El opening.



viernes, 19 de junio de 2015

20 momentos de la saga Jurassic Park que nos robaron el corazón y aún no nos lo han devuelto

Jurassic World lo está petando, y a la redacción de Y con razón no le extraña en absoluto. La peli dirigida por Colin Trevorwood (quien, a pesar de todo, sigue sin merecer que nos interesemos por él) ha obtenido tal éxito comercial que los recordómetros están que no se lo creen y en el horizonte se vislumbra una lluvia de secuelas de aquí te espero. Cosa que también, progres como somos, nos parece de perlas, sobre todo si siguen con esa estela de Serie B autoparódica que hacía del pelotazo veraniego que nos ocupa toda una delicia vintage. Si han sacado cerca de 65 millones de entregas de En busca del valle encantado, ¿por qué no hacer lo mismo con la franquicia Jurassic Park? El público quiere dinosaurios, y no sólo eso, sino que siempre lo ha querido, y Hollywood parece no haberse dado cuenta hasta ahora.
   Más vale tarde que nunca, ¿no? Y mientras la fiebre jurásica dura, y dura, y dura, aquí os ofrecemos desinteresadamente veinte momentos que han hecho de esta tetralogía un extraordinario paradigma del cine de entretenimiento. Como cabría esperar, la mayoría son de la primera entrega y, no tanto como cabría esperar, también hay momentos pertenecientes a Jurassic Park 3.

1- El chino. Una de las sorpresas que traía Jurassic World era el retorno de uno de los miembros del reparto original, que resultaba ser... el nota este. El que en la primera se limitaba a insistir muy fuertemente en que todos los dinosaurios de Jurassic Park eran hembras (con erótico resultado). Sí, ése, mirad hacia abajo. El chino de la primera, maldición, que en la nueva tiene más cancha, os lo aseguramos, aunque sólo sea para confirmar que es un muy mal actor. En fin, lo que importa es que semejante infraestructura cuente en su personal con cierta diversidad étnica, ¿no? Empezamos floji.
"¡Al turróóóóóón!"

2- Vince Vaughn. Muchos quizá no recuerden que el ahora famosísimo actor que sale en la nueva (e INTENSA) temporada de True Detective aparecía en El Mundo Perdido como un tipo muy viril y muy alto con pantalones cortos que acudía al rescate de Julianne Moore (que sí, también salía, la década de los noventa es un pañuelo). No recuerdo si al final se lo comían o qué, pero sí que llegado cierto momento dramático empezaba a fanfarronear con que John Hammond le había enviado a Él por si las cosas se torcían, y cargaba una pipa en plan amedrentador que luego no usaría NUNCA. Ay, Vince Vaughn y las pistolitas...
La cámara le adora, y lo sabe

3- El niño de los velocirraptores. Todos tenemos visualizada aquella escena mítica en la que Alan Grant intimidaba a un zagal así como con problemas metabólicos empleando una garra de velocirraptor, exhortándole a que mostrara más respeto por las criaturas de Dios. Lo que no tenemos tan visualizado es que dicho chaval creció, se hizo un lío con las lentillas, y se convirtió en ESTO:
Este colega es capaz de aguantarle la mirada a un Dilophosaurus

4- "¡Se camuflaaaaaa!" Hay una escena muy épica de Jurassic World en la que el acongojado personal del parque descubre cierta habilidad del Indominus Rex. En sí no es gran cosa (de hecho el personal del parque no hace otra cosa que descubrir nuevos poderes del Indominus Rex, que le falta saber instalar el TDT al bichejo), pero sí es un momento muy ilustrativo del tan ingenuo como genuino sentido de la maravilla que abandera la cuarta película.
Éste es de los típicos que dicen "pues no sé por qué se llama Parque Jurásico si la mayoría de los dinosaurios que aparecen vivieron en el período Cretácico". Pues ahora se va a cagar. El tonto.

5- El tío del sombrero que no es Alan Grant diciéndole ojos negros tienes a un velocirraptor. Y muriendo en el empeño. Lógico. "Qué lista eres" como mantra de los pescadores nocturnos.

6- Nuevos coleguines: Jurassic Park III, además de dejarnos ver a Téa Leoni en bragas, como siempre habíamos querido (siempre lo habíamos querido, ¿no?, ¿hola?), nos presentó un sinnúmero de nuevos dinosaurios agüesomes. Como éste de aquí. Ni la menor idea de su nombre, pero vaya unos moñigos que soltaba el hijoputa:
"Qué fuerte lo de Zapata, ¿no?"
7- Samuel L. Jackson: Insistiendo en la muy encomiable diversidad étnica del personal del parque (ver punto 1), la primera peli también contaba con el actor negro que no es Laurence Fishburne entre sus filas, aunque lo único que recuerde la gente de él sea el abrazo tan emotivo que le dio a Laura Dern:

8- La escena de la caravana de El Mundo Perdido: Vale, puede que la primera secuela no es que fuera una maravilla, pero estaba dirigida por Steven Spielberg, y eso es garantía de que, al menos, algún momento de la peli va a parecer estar planificado por Dios. Éste es ese momento:

9- El fabuloso (y fugaz) dúo cómico formado por Dennis Nedry y Dogson: Tres minutos de diálogo afiladísimo y exhuberante en su mala leche y fina ironía, que han quedado con toda justicia para la cultura popular; esto es, para los memes. Una lástima que el spin-off fuera cancelado: en ése seguro que a Dogson le hubieran permitido quedarse más tiempo con el sombrero.
"¡Éste de aquí! ¡Éste es el que de verdad merece ser el nuevo Indiana Jones!"

10- Alan Grant troleándonos: Vaya salto que pegamos todos por su culpa. Luego el karma se vengó de él haciéndole salir en El Hombre Bicentenario, así que todo en orden:

11- John Hammond: El filántropo interpretado por Richard Attenborough dejaría grandes momentos para la posteridad, como el reiterado "No he reparado en gastos", su monólogo sobre el circo de pulgas o sus cabreos con Ian Malcolm. Nosotros, sin embargo, nos quedamos con ese "¡GRAAAANT!", que a día de hoy sigue poniéndonos los pelos de punta.

12- EL JODIDO MOSASAURIO DE JURASSIC WORLD. Plataforma para un Parque Jurásico submarino. Plataforma urgente.

13- El prólogo de El Mundo Perdido: Porque sí, insistimos en que no todo era tan catastrófico en esta peli, y nos remitimos al gran arranque de la misma, cuando una inocente niña tenía sus más y sus menos con ciertas lagartijas juguetonas y su madre se dejaba los higadillos chillando... para en el plano siguiente ser sustituida por un rotundo bostezo de Ian Malcolm. Toda la seriedad del momento al garete, pero no importa porque aquí llegan lo que todos esperabais, LOS MEJORES MOMENTOS DE IAN MALCOLM:

14- Ian Malcolm levantándose de la silla en señal de que Mr. ADN ha captado su interés. Mr. ADN se merecería un artículo propio. Pero de momento seguimos con Ian Malcolm.

15- Ian Malcom compartiendo su opinión sobre los excrementos de los triceratops: "Menudo montón de mierda", concluía luego de una breve caminata asombrosamente sexy.

16- Ian Malcolm queriendo que lo pinten como una de sus chicas francesas. En serio, qué poderío. Qué presencia. Qué ganas de follarle duro y a lo loco, a lo teoría del caos. Ahora ya no hay estrellas como Jeff Gobblum. Ahora ni siquiera hay estrellas con apellidos tan guays como Jeff Gobblum. Apellido que no estoy seguro de si he escrito bien. Parece que no.

17- Chris Pratt tratando de molar tanto como Ian Malcolm. Y fracasando, claro. Muy buen intento eso sí.

18- La primera aparición del T-Rex. No os descubrimos nada si os decimos que el ataque del rey de la selva al coche con los niños dentro es la mejor escena de suspense del último cuarto de siglo, ¿no? Osea, es de cultura popular y tal. No nos estamos inventando nada. 
Aquí el amiguete reinventando el concepto de "fliparlo fino"

19- "Alan, Alan". Y vamos acabando a lo grande, con Jurassic Park III, y con la mejor escena de humor que ha dado la saga. Humor involuntario, que siempre es el mejor. Nos estamos refiriendo, como no podía ser de otro modo, a la pesadilla que tiene el doctor Grant en el avión. Ni a David Lynch se le hubiera ocurrido.

20- Este plano:

Para el último punto dudábamos entre incluir el clímax de Jurassic World, que es extremadamente alucinante, o lo que finalmente hemos escogido. Sin querer spoilear más de lo conveniente (y sin afán de interrumpiros en vuestra inexcusable carrera al cine más cercano en caso de que aún no la hayáis visto), aclarar que ambas escenas insistían sobre la misma idea, que es, simple y llanamente, que los dinosaurios son lo mejor del mundo mundial. Ya sea bañada en el halo naturista y conservador de la película de Chris Pratt, o con la pura y dura espectacularidad de Steven Spielberg, es una verdad indiscutible, y no queda más que gritarlo a los cuatro vientos y tachar los días en el calendario para la siguiente peli en la que aparezcan los amigos más fieles, hornys e interesantes que jamás hemos tenido, y jamás tendremos. 
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SÍ EL JODIDO MOSASAURIO SÍ DALE DURO AHÍ CÓMETE TU COMIDA DIGIÉRELA BIEN BUEN PROVECHO ID A VERLA HOSTIA

miércoles, 17 de junio de 2015

Colombia, tú nunca cambiarás

No sé si lo sabéis pero tengo trabajo. Bueno, "trabajo": hago prácticas en un periódico. Bueno, "periódico": en el MARCA. No sé a qué vienen las comillas en "periódico", como si no lo fuera. Una vez me dijo un amigo que estudia medicina:

- Quillo [es de Jerez], ¿y tú qué hace trabajando en ese "periódico"? - con un retintín soberbio.
- ¿Y tú qué haces en esa mierda de "hospital"? -le contesté, porque al juego de las comillas podemos jugar los dos.


El caso, que trabajo en MARCA. Y ustedes pensaréis "pero eh, ¿tú no eras el que no tenía ni idea de fútbol?", pero yo respondo que estamos en España y, como demuestran nuestros políticos, aquí no hace falta saber de una cosa para trabajar de ella.

Después de este jocoso y cínico comentario sobre la actual situación patria, continuo con el porqué de este post tan poco ortodoxo como necesario: me mandan a Colombia. Ocho días, ni más ni menos. Ocho larguérrimos días al otro lado del Atlántico para cubrir un evento internacional de alevines internacionales. A Colombia, que recibe su nombre de Cristóbal Colón. Y ya ves tú, que éste no sabía ni a dónde iba, se creía que iba a las Indias, vaya puto loco. Pues igual que yo, que no tengo ni repajolera idea de lo que es Colombia. Pero gracias a Wikipedia (en el momento de escribir este post aún no ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional) y a una jartá de colombianos con wi-fi comentando vídeos en Youtube sobre el doblaje de Los Simpsons, ahora sé un poco más de este país que, a tenor de Google Maps, está cerca del Canal de Panamá y eso, forzosamente, tiene que ser algo bueno.

Si pones en Google Images 'no sé nada de Colombia', esto es lo primero que sale. No es de mucha ayuda.

Café: El café colombiano es muy famoso. Eso lo sé porque una vez escuché el sintagma 'las regiones cafeteras de Colombia' al señor que pone voz a los documentales de La2 y se me quedó. Tampoco se puede decir mucho más. Es café, contiene cafeína, viene de Colombia, es negro a no ser que le viertas leche. Lo que viene siendo el café instantáneo, pero sin ser instantáneo, y en Colombia. Es importante lo de Colombia porque es allí donde voy. 

Coca: La coca colombiana es muy famosa. Eso lo sé porque una vez escuché el sintagma 'la coca esta de Colombia está de puta madre, loco' al señor que pone voz a los documentales de La2 y se me quedó. Tenía los ojos rojísimos, y el rojo está presente en la bandera de Colombia. La coca de allí es muy buena porque es muy pura y las cosas puras pues son muy buenas. La coca es, por si no lo sabéis, ese polvo blanco en cualquier discoteca de Galicia. Aquí mis padres se han contradicho: ellos me enseñaron que 'donde fueres, haz lo que vieres', pero ahora resulta que la coca no la puedo probar aunque sea de allí tan autóctona como cualquier colombiano medio. Que no medio colombiano, que eso son los peruanos. Es como un terrorismo del lenguaje, un vericueto de las palabras de mis progenitores. 

Debajo de la foto ponía 'Añadir leyenda'. Pues eso.

Secuestros: A esta gente les gusta secuestrar, casi por diversión. Los niños juegan al 'pilla, pilla', pero luego no te sueltan los hijoputs. Saben que el mundo es un lugar difícil, ellos se han criado viendo todos los días a las FARC en la tele. Que también os digo, como me secuestren, me hago un Ingrid Betancourt y me uno a ellos y viva el Che que era argentino y cubano. Yo es que llevo muy mal lo de soportar el dolor. A mí me dicen que me van a meter caña de bambú entre la piel y la uña y canto lo que sea. Confieso que da gusto. Una vez, una chica me dijo 'te quiero, pero como amigo', y como vi que aquello dolía le confesé que yo era el que en las fiestas mezclaba coca-cola y fanta. No me entendió. Ojalá no me secuestren :(

Barranquilla: Cuando les he dicho a algunos que me iba a Colombia me han contestado "¿pero a dónde exactamente?", porque ellos colocar Huesca en el mapa no, pero la geografía de Colombia se la conocen muy bien. El caso es que voy a Barranquilla, lo que es algo maravilloso. Por dos razones:


y

porque sí, la Shaki y Sofía Vergara son de Barranquilla. Así que qué cojones importa que de Colombia fuera Gabriel García Márquez, ¿verdad? ¿VERDAD?

Pues ya lo sabéis, me marcho a Colombia. Si no vuelvo, no pasa nada: no dejéis de seguid está página, dadle a like, compartid con vuestros amigos PERO PAGAD EL PUTO RESCATE.

Gracias.

jueves, 11 de junio de 2015

Christopher Lee en cinco papeles de fliparlo mucho

Hoy es un día aciago, negro, un bluff; un día en el que casi mejor habría sido no levantarse de la cama; a la sazón, una época en la que desearías que El Hobbit. La Batalla de los Cinco Ejércitos no hubiera sido la última película que habíais visto en la que saliera Christopher Lee. Porque ha muerto. El veterano intérprete dejó de sacarnos cuatro cabezas (mínimo) el domingo pasado a causa de un problema respiratorio, aunque no haya sido hasta hoy que trascendiera a los medios. Con nada menos que 93 años y más de 250 películas a sus esculturales espaldas, este flamante británico de voz inolvidable, físico portentoso y epítome de todo lo que hay de elegante, gentleman e imponente en el mundo, ha acabado asistiendo al ocaso de su vida; un ocaso ante cuya inminencia jamás se planteó, sin embargo, dejar de currar, y de deleitarnos con sus dicciones y maneras. Incluso cantó con Rhapsody of Fire y Manowar, y eventualmente montó su propia banda, "Christopher Lee Charlemagne", que, sencillamente, no podría tener un nombre más épico. Ojocuidao.
   Hoy, en Y con razón, toca homenajearle, y para ello nada mejor que seleccionar cinco películas de su holgadísima cinematografía; concretamente, las únicas cinco que hemos visto en las que sale él. Que nos acordemos. No hemos visto ninguna en la que hiciera de Drácula o de Sherlock Holmes así que no las vamos a incluir, pero estamos 100% seguros de que en ellas el bueno de Kristof lo peta igualmente. Por orden:

Éste no es Christoper Lee, ¿no? Bueno vale, seguimos pensando

- 1. La vida privada de Sherlock Holmes (1970). De acuerdo, éste no es precisamente uno de los mejores trabajos de Billy Wilder, ni siquiera supera con demasiada comodidad las películas protagonizadas por Robert Downey Jr. en cuanto a lo que el canon holmesiano se refiere; pero sin duda se trata de una de esas películas que tienen "algo". Un "algo" que le permite trascender sus abundantes y estrepitosos fallos (parece ser que Wilder tenía pensada una película de cuatro horas y la poda fue, consecuentemente, de aúpa), inyectándole una desarmante melancolía al agujereado guión, y apuntalado por las extraordinarias interpretaciones de todo el elenco. Robert Stephens como un taciturno y trágico Sherlock Holmes, Colin Blakely como un irascible y divertidísimo John Watson, y ATENCIÓN, nuestro Christopher Lee haciendo de Mycroft Holmes. Exacto, el hermano del detective, que trabaja en el gobierno británico y, por increíble que parezca, supera al inquilino de Baker Street en inteligencia y dotes deductivas. Christopher Lee se come la pantalla en los escasos diez minutos en los que aparece gracias a una actuación sobria y minimalista, sazonada con lo cachondo que es que, con anterioridad, hubiera interpretado al propio Sherlock. Exacto, Lee ha sido los DOS hermanos Holmes, y sólo por eso ya es más sublime que, por ejemplo, Benedict Cumberbatch. Aunque nos duela. Que tampoco es eso.

- 2. El hombre de la pistola de oro (1974). Nuevamente, una película que no es que sea la panacea, pero que Christopher Lee levanta él solo a puro huevo y carisma. En este caso se trata de uno de los filmes de James Bond más encantadores (como todos los protagonizados por Roger Moore) pero también más fallidos, en cuanto a una jugosa idea extremadamente mal aprovechada. Kristof aquí es Francisco Scaramanga, la perfecta némesis de 007, un hombre tan despiadado y terrorífico como arrebatadoramente atractivo, y del que insisten en establecer supuestos paralelismos con la personalidad del propio James Bond. Sin embargo, la película es tan loca y hortera que nunca consigue profundizar demasiado al respecto, y a cambio tenemos a un villano con mucha clase que vive en una isla paradísiaca, tiene una pistola pues eso, de oro, y gasta unas camisas horribles. Camisas que, sin embargo, a Christopher Lee le quedan cojonudas. Porque es Christopher Lee. 

Mmm sí, la pistolita también era lamentable

- 3. Star Wars. Episodio II. El ataque de los clones (2002). Damos un salto de casi treinta años para plantarnos en la segunda de las precuelas con las que George Lucas insistió en escupir, supuestamente, sobre su legado. La línea editorial de Y con razón no es de esta opinión, como ya sabrán los lectores, pero eso no quita que no pensemos que el Episodio II es la peor entrega de la saga con bastante diferencia. Los diálogos entre Anakin y Padmé son pura y llanamente una vergüenza, el ritmo es moroso, la trama muy rara, y Jar Jar Binks sólo aparece en dos escenas, pero a cambio tenemos a, sí, Christopher Lee, haciendo del Lord Sith más señorial y civilizado de la galaxia. Su personaje, el simpar Conde Dooku, no aparece hasta la hora y media de película vaya usted a saber por qué, pero cuando lo hace se gana los aplausos de todo el mundo, porque nunca personaje tan insulso fue defendido con tanto oficio y maestría. Al principio de La venganza de los Sith, de hecho, Dooku aparece dos minutos y se lo cargan y, aún así, nos acordamos de él. Algo muy parecido, por cierto, a lo sucedido con el personaje de Saruman entre Las dos torres y El retorno del rey, con la diferencia de que su muerte ni siquiera apareció en el montaje final de la tercera película. Sinsentidos, despropósitos, afrentas intolerables, que nuestro amigo Kristof se toma con filosofía, sabiendo que no hay nadie como él.

- 4. Charlie y la fábrica de chocolate (2005). En esta infravaloradísima película de Tim Burton nuestro colega, para no faltar a la tradición, sólo sale en una escena, pero ésta resulta ser imprescindible para comprender al personaje de Willie Wonka (Johnny Depp) y, por tanto, a la película entera. Concretamente, Wilbur Wonka es un estricto y amedrentador dentista que marcará por siempre la personalidad de su hijo, y la labor de Christopher Lee es tan estupenda que, nuevamente, la recordamos perfectamente pese a los escasos minutos en pantalla; algo que no hacemos con, por ejemplo, Helena Bonham-Carter. Que sí, claro que recordáis que salía, pero es una peli de Tim Burton, listillos. ¿Cuál era su personaje? Exacto, ni puta idea. 

- 5. El Hobbit. La Batalla de los Cinco Ejércitos (2014). Sí, la hemos acabado poniendo y no, no nos hemos vuelto locos. Somos conscientes de que la tercera parte de esta trilogía es una basura de proporciones bíblicas (al igual que la segunda, no tanto en el caso de la primera), y que es casi insultante que escojamos dicha peli en detrimento de cualquier parte de El Señor de los Anillos. Sin embargo, aquí el señor Lee, Saruman, no sólo protagonizaba el rescate más estúpido y delirante de toda la historia de la Tierra Media, sino que encima lo hacía maravillándonos con sus dotes de kung-fu. ¿Se trataba todo de CGI? ¿De un doble? ¿De ambas cosas? Nosotros preferimos pensar que no, que Kristof era a sus años perfectamente capaz de eso y más, y por ello hemos escogido esta cosa para clausurar el artículo: puede que ningún film haya mostrado la absurda y primigenia grandeza de Christopher Lee como La Batalla de los Cinco Ejércitos. Y eso no está pagao.

"Dejadme a mí a Peter Jackson"
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- 6. Vale, vale, vale, rectificamos; nos vemos obligados a añadir El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo. ¿Ha estado alguna vez Christopher Lee más jodidamente genial que aquí? Por favor. Cómo traiciona. Cómo habla. Qué dominio del Palantir. Qué manera de vestir el blanco. CÓMO MOLA LA PUTA ESCENA DEL PASO DE CARAHDRAS.


Y ahora sí que nos vamos. Ve en paz, enemigo de Gondor.

miércoles, 10 de junio de 2015

10 razones por las que Jar Jar Binks fue, es, y será por siempre un gran personaje

El año 2015 será el del estreno del Episodio VII de Star Wars, y eso es algo que a la redacción de Y con razón, o al menos una tercera parte de ella, llena de alegría, entusiasmo y humedad espontánea e iterativa en los sitios más insospechados. Sobre todo porque, siempre a la vanguardia en lo que a gustos y disgustos culturales se refiere, nuestra independencia de criterio es tal que no compartimos el desdén del sector mayoritario de los warsies por la trilogía de precuelas que George Lucas se sacó de la manga y de cuyo fin parece mentira, pero han pasado diez añazos. Además, siempre será bienvenida, hasta cierto punto, una nueva incursión que pueda mancillar más aún el maravilloso legado de las originales a la vez que, y es lo único que importa, nos transporte de nuevo a galaxias muy, muy lejanas. Somos unos amantes incondicionales, sí, pero picajosos, y nada nos entristece más como que parezca definitivo que Jar Jar Binks, nuestro idolotrado Jar Jar Binks, no vaya a asomar la lengua en ninguno de los nuevos proyectos anunciados. 

¿No creéis que se da un aire como a Albert Rivera?

  El gungan de comportamiento infantiloide, dialecto incomprensible y problemático temperamento siempre ha sido un gran incomprendido, una cabeza de turco de la que se servían los seguidores con menos sentido del humor para masacrar por defecto todo aquello que escribiera, produjera o dirigiera Lucas más allá de 1983. Tampoco tenemos por qué echárselo en cara; comprendemos perfectamente lo chovinista e intolerante que pueden acabar siendo ciertas nostalgias, y Jar Jar Binks, alguien tan inocente e inocuo como el pobre Jar Jar Binks, estaba desde el principio destinado al odio más cerril. Sirva este post para hacer una apología rigurosamente documentada de este personaje, al tiempo que exigimos su eventual retorno y el lanzamiento de versiones extendidas de las precuelas donde podamos disfrutar por un rato más de sus genialidades (total, las sucesivas reediciones de los DVDs ya son absurdas de por sí). Aquí van 10 de las razones por las que Jar Jar Binks es la polla, pero podrían ser muchas más, os lo aseguramos:

- 1. Porque es gracioso, joder. Acabemos ya con el cinismo imperante. Jar Jar Binks es un personaje divertido, muy divertido nos atreveríamos a decir, y si mucha gente no quiere o no puede verlo tan sólo se debe a que carece de la apertura de miras necesaria. El bueno de Binks apela a la risa más inocente y desprejuiciada, lejos de la satírica autoconsciencia de un Han Solo, la neurosis secular de un C-3PO o el hieratismo de un R2-D2. Jar Jar Binks dice cosas como "Son súper tope" o "Los tipos de por cuí están chifalados", como si fuera un glorioso Antonio Ozores intergaláctico. No entiendes nada de lo que dice, pero por otro lado tampoco crees que lo que dice fuera algo trascendente aunque lo entendieras, así que no tienes más remedio que reírte. Si no lo haces es problema tuyo, no de Binks.

Pues sí, esto es humor del bueno, del de pata negra

- 2. Porque fue una de las primeras muestras de las grandes posibilidades del CGI. En 1999, finales de siglo y milenio, la gente miraba con incomodidad a los ordenadores, el efecto 2000 lo mismo nos iba a joder la marrana, y la mayoría de los realizadores insistían en plegarse a métodos más artesanos para hacernos soñar. James Cameron fue uno de los primeros en apostar fuerte por la tecnología, con Abbyss, Terminator 2 y demás, así como Steven Spielberg con sus dinosaurios extremadamente agüesomes. La diferencia era que la técnica digital de entonces se limitaba a crear o bien criaturas pesadillescas o poderes estrafalarios para los malosos; nadie se iba a atrever a darle un diálogo completo a un tipo que ni siquiera estuviera allí. Nadie excepto Lucas, que además de Jar Jar Binks metió en su Episodio I otros muchos personajes creados exclusivamente por CGI, como el Jefe Nass, Watto o un montón de bichos de Tattoine. Todos y cada uno de ellos fueron igualmente crucificados, pero ahora cabe preguntarse si, de no mediar el inicial atrevimiento de Industrial Light & Magic, hubiera nacido un personaje como Gollum. O como César. De hecho, estoy seguro de que si Andy Serkis hubiera prestado sus movimientos a Jar Jar Binks cuando tuvo ocasión nunca le hubieran machacado tanto. O Robert Zemeckis nunca hubiera hecho todas esas películas horribles de animación. Puestos a soñar.

- 3. Porque en La amenaza fantasma era un alivio cómico extremadamente necesario. Star Wars, por mucho que a veces queramos filosofar y destacar grandes temas humanos en sus películas, es una saga que exhuma pura y dura diversión, y esto era tan cierto en 1999 como lo había sido en el 77. La diferencia es que en Una nueva esperanza contábamos no con uno ni con dos ni con tres sino con hasta cuatro personajes cómicos (excluyendo las mascotitas siempre imprescindibles tales como Jawas, Moradores de las Arenas o esos robots con forma de caja con ruedas que ni Kevin Smith sabía para qué servían). Contad; los dos androides, Han Solo y Chewbacca, todos estaban ahí por las risas, con mucho carisma, sí, pero bien alejados de toda la mística Jedi que no daba bajón simplemente porque, bueno, era la mística Jedi. Ahora comparemos este blindaje humorístico con lo que encontraríamos en La amenaza fantasma sin Jar Jar. R2-D2, que ya estaba muy quemado, y C-3PO, que por necesidades narrativas no salía más de cinco minutos. ¿Para cuántos chistes daría eso? En El ataque de los clones lo solucionaron muy apañadamente convirtiendo a Obi-Wan en Harrison Ford, pero en La amenaza fantasma era imprescindible un personaje como Jar Jar Binks. 

- 4. Porque es un personaje no humano que habla español, o que lo intenta. En la trilogía original, R2-D2 y Chewbacca tenían como cuarenta páginas de guión cada uno en las que se limitaban a dar pitidos o rugidos, y pitidos y rugidos que por lo demás comprendían perfectamente sus compañeros de aventuras (no así los espectadores). Esto era tan encantador como, según qué momentos, bastante irritante, y al menos con Jar Jar Binks nos sentíamos parte del proceso comunicativo. Sobre todo, claro, porque muchas veces ni sus propios compañeros le entendían o hacían el más mínimo caso (de hecho creemos que Liam Nesson no se enteró de su existencia hasta que vio la peli en el cine).

"Si se te vuelve a ocurrir colocarme frente a un croma verde te encontraré y te mataré"

- 5. Porque llama "Obi" a Obi-Wan Kenobi. Sólo él puede permitirse semejante insubordinación.

- 6. Porque es un personaje bien construido. No es broma. En La amenaza fantasma era un personaje secundario, pero aún así llegábamos a saber mucho de él, una trágica historia por debajo de sus "misas" y sus "atatatás huis huis". Jar Jar era un habitante de la subacuática Gunga City marginado por sus congéneres debido a su tendencia al pillaje, a su torpeza y, por qué no decirlo, a su flagrante estupidez. Pese a ello tenía un buen fondo, ciudadanos ilustres como el General Tarpals le respetaban, aunque no dejaban de lamentar su problemática personalidad. Finalmente cometió un error y fue desterrado, teniendo que vivir solo en la superficie como cazador furtivo e indigente hasta que Qui-Gon Jinn le salvó la vida. En ese momento Jar Jar, pese a su general egoísmo e indolencia, decidía dedicar su vida a proteger al Maestro Jedi, embarcándose en una aventura que le haría convertirse en un héroe y en, finalmente, un ciudadano ilustre no sólo de Gunga City, sino de todo el planeta Naboo. Incluso haría carrera en política. La historia de Jar Jar Binks es una historia de redención, en la mejor tradición del cine de Martin Scorsese, con diálogos enloquecidos, violencia descarnada y mucho rock and roll. Ahí queda eso.

- 7. Por su importancia en el contexto general de la saga. Sin dejar de plegarnos al aspecto más estrictamente argumental, Jar Jar Binks es uno de los personajes más importantes no sólo de las precuelas, sino de la totalidad de películas nacidas bajo el sello y prostitución de Star Wars. Y todo gracias a una sola escena en El ataque de los clones; de hecho, una de las únicas dos en las que aparece. En sustitución de Padmé Amidala, Jar Jar se ha convertido en el representante de Naboo dentro del Senado Galáctico, y en un momento, desde luego, bastante delicado. La República se encuentra bajo la grave amenaza de los separatistas, y la única solución parece pasar por que al Canciller Palpatine le sean concedidos ciertos poderes extraordinarios que le permitan tomar difíciles decisiones dentro de una coyuntura abiertamente bélica, tales como, entre otras cosas, la habilitación oficial del ejército clon. ¿Quién es el pobre desgraciado que acaba concediéndole estos poderes? Exacto, Jar Jar. Y con eso permite a Darth Sidious consolidar su influencia en el mismo seno de la República, con eso permite que ésta se hunda y sea sustituida por el Imperio, y con eso acaba permitiendo el nacimiento de vuestra amadísima trilogía original. Creo que va siendo hora de que le pidáis disculpas.

- 8. Porque él es el auténtico alma de La amenaza fantasma. Es un hecho que muchos descubrimos Star Wars gracias al Episodio I, y más allá de eso, es obvio que nos fascinó; de no ser por ella es probable que jamás nos hubiéramos puesto a ver la trilogía original. Así que sí, una mínima pleitesía hay que guardarle. Según crecimos, no obstante, pudimos llegar a advertir los fallos de los que la peli adolecía, pero nunca fueron tan numerosos ni tan graves, más allá de una acusada esquizofrenia: en efecto, el mayor problema de La amenaza fantasma es que no sabe qué tipo de peli quiere ser, si un cuento infantil, un thriller político o una epopeya religiosa, y es exclusivo de cada uno elegir con qué se queda. En cuanto a nosotros, no tenemos dudas: La amenaza fantasma es una excelente película familiar, divertida, encantadora e ingenua, y no hay personaje mejor que Jar Jar Binks para ejemplarizarlo. 

Aunque también tenga, por supuesto, un lado oscuro. PERSONAJE COMPLEJO

- 9. Porque su presencia nunca será tan ofensiva como la de los Ewoks en El retorno del Jedi. En torno a este tema se abre uno de los debates más hipócritas e injustos; ¿por qué meterse con Jar Jar Binks y no con los Ewoks? Hay un colectivo que no perdona ni al uno ni a los otros, pero uno aún más holgado no tendrá nada que reprocharle a los Ewoks simplemente porque pertenecen, exacto, a la trilogía original. Y por eso es una blasfemia decir algo malo de ellos. Pues oye, no. Seamos objetivos. Si Jar Jar apesta (que no es así), los Ewoks lo hacen mil veces más. Podríamos dar mil razones, desde que no son ni la mitad de graciosos hasta la peli que les dedicaron en plan spin-off, pero sin duda nos quedamos con el mero papel que en El retorno del Jedi juegan. Los Ewoks, indígenas, ignorantes, con la mentalidad de niños de siete años, con una tecnología antediluviana, se las apañan para derrotar a las tropas imperiales en la batalla de la luna de Endor. Para derrotarles, además, con mucho de humillación y de zafio ecologismo. Para acabar, en definitiva, con un ejército que ha puesto en jaque a toda la Galaxia, que ha construido sendas Estrellas de la Muerte y que, atención, HA EXTERMINADO A LOS JEDI. Con una eficiencia de cagarse, para ser más exactos. Por una simple regla de tres, eso significa que los Ewoks PODRÍAN DERROTAR A LOS JEDI. Y ése es un pensamiento tan perverso que dan ganas de llorar. 

- 10. Porque todos queremos tener un colega como Jar Jar. Afrontémoslo. R2-D2 es como el típico colega andaluz que nunca entiendes qué hostias dice pero que por lo visto es gracioso. C-3PO, un pesado que no pararía de hablar del comunio cada vez que quedarais. Han te levantaría a todas las gachís. Chewbacca te metería en peleas peligrosas e injustificadas. Nunca te dejarían entrar con Luke en una discoteca. Y, bueno, siempre estarías dispuesto a destruir tu fraternal amistad con Leia con tal de trincártela. Ninguno sería el colega perfecto. Ninguno salvo Jar Jar. Vete con Jar Jar a un karaoke. O bébete dos botellas de Jägger con él. O fúmate seis petas. Jar Jar Binks es el colega perfecto, no hay nadie como él para divertirte y disfrutar de las cosas importantes de la vida. Y por eso se merece todo nuestro amor. Y por eso da tanta lástima que, en el Episodio VII, vaya a salir Lupita Nyongo, y no él. Llorémosle. Amémosle.

Encuentro con don Arturo. Parte 3

El autor de El club Dumas parece meditar mis últimas palabras. Yo me muerdo el labio, por una parte satisfecho de mi oratoria, de la oratoria de los 140 caracteres que tan pronto impactan como saben que no resistirían un diálogo distendido y habitado por subordinadas. Y, aún así, siento que le he dicho lo que le quería decir. Ni más ni menos.

PÉREZ-REVERTE: (Con timidez, algo parecido a la inseguridad) ¿Sabe que yo he estado en la guerra, joven?
EL MENDA: Cómo para no saberlo. Cada tres frases lo deja claro (Sonrío tratando de no parecer amenazador, acaso consiguiéndolo) Es usted un abuelo Cebolleta.
PR: Un abuelo Cebolleta que le puede medir el criterio a hostias.
EM: Don Arturo, ¿no se da cuenta de que esas rabietas ya no son divertidas? Es a lo que le voy. Usted está pasado de moda, hace gala de unas maneras que ya no eran originales ni cuando Umbral.
PR: No me toque los cojones con Umbral.
EM: No pretendo. Lo que le quiero decir es que usted se ha ganado un nombre exhibiendo, cómo le diría, unos modales decimonónicos combinados con la dialéctica castiza de esos españolazos que, pese a su incultura y a la culpa que supuestamente tienen de todos sus males, tanto admira. Y que es un buen nombre, una buena marca, sí, pero hasta cierto punto.
PR: (Ahora sonríe él, escéptico) ¿Estoy pasado de moda?
EM: (Pretendo sonar dócil, hacerle entender) Don Arturo, usted no puede seguir utilizando el cabreo como una seña de identidad en los tiempos que corren, que se caracterizan precisamente por eso, por el cabreo generalizado. Levantas una piedra y salen doce como usted. Entras en un bar y te encuentras con veinticuatro.
PR: Muy bonito.
EM: ¿Y qué es lo que tienen en común las tertulias de bar? Que en ellas siempre se dice lo mismo. Se repiten. Da igual que se desarrollen en Casa Paco o en la rue Saint-Honoré.  
PR: Para despreciar tanto Hombres buenos, guarda usted buena memoria de algunos de sus pasajes. Según veo.
EM: Y de muchos de sus personajes. El abate Bringas, por ejemplo. ¿Se dio cuenta mientras los escribía que todos sus diálogos con el almirante y el bibliotecario son exactamente iguales?
PR: Su leitmotiv es el intercambio de ideas, y Bringas es un revolucionario que coquetea con el fanatismo, con la insurrección siempre en la boca. Por si no se dio cuenta. Que no creo.
EM: Por no hablar de las discusiones entre Pedro Zárate y don Hermes. ¿Cuántas veces tendrá que pedirle este último a su compañero que guarde prudencia al hablar de la Iglesia y de Dios, que por favor respete sus creencias? Don Arturo, yo no veo mal de por sí que repita esquemas o personajes. Como usted dijo antes, todos los escritores hacen lo mismo, y si siguen acogiendo seguimiento y celebridad es porque a sus lectores les gustan.
PR: Supongo que sí. Que les gustan.


EM: Simplemente pido que se relaje un poco con sus bravatas, y que deje de parapetarse en la historia canónica para atacar desde una posición privilegiada, facilona. Ya ha dejado claro, por ejemplo, que el clero no le gusta. Vale. ¿No podría, parafraseándole a usted, echarle más huevos? Escriba una novela sobre la Guerra Civil; se hartaría a vender. O una que transcurra aquí en la actualidad, con la crisis y todo.
PR: El francotirador paciente tiene lugar en la actualidad.
EM: ¿Y quién coño quiere leerse ese libro? 
PR: (Carraspea) Bueno, creo que se acabó. Hay muchos lectores que llevan esperando demasiado tiempo a que este diálogo lechuguil finalice. No voy a permitir que esperen más. Abandone la caseta, haga el favor. 
EM: Sólo quiero que reflexione, don Arturo. Usted es mi escritor favorito, en serio.
PR: Pues usted es el lector más tocapelotas que he tenido, puedo asegurárselo. Salga de aquí.
EM: Pero, eh... (Titubeo)
PR: Mucho me temo que al final sí voy a tener que partirle los morros.
EM: Usted dijo que me firmaría un ejemplar.
PR: ¿De qué puñetas me habla?
EM: (Temblando, saco el libro de mi mochila) Éste. ¿Podría poner además una dedicatoria cuqui? 
PR: ¿Cuqui?
EM: ¿"Con todo mi ánimo para un futuro novelista"?
PR: (Enmudece y sostiene el libro que le tiendo. Se trata de El tango de la Guardia Vieja) ¿Qué es esto?
EM: Adoro esta novela, don Arturo. Me la he leído dos veces y es que... tiene una historia de amor tan hermosa. Y Max Costa. Por favor. ¿Quién no se enamoraría de Max Costa? ¿Usted es un poco como él, no?
PR: Deme el libro, joder (Malhumorado, lo coloca sobre su mesa, al lado de la botellita de agua, y escribe raudo y rudo) "Con todo mi ánimo para... un... futuro novelista... don Arturo". Aquí está. Ahora lárguese.
EM: Créame cuando le diga que ha sido un placer, don Arturo.
PR: No puedo decir lo mismo, pero gracias. Ahora lárguese. Por favor.
EM: (Guardo mi libro y me dispongo a irme. Pero antes...) Eh, ¿don Arturo?
PR: ¿Qué coño quieres?
EM: Su libro El Asedio... mmm... es otro truño importante, ¿lo sabía?

Y ocurre. Arturo Pérez-Reverte ahoga un grito, alguna palabrota que suena a cigarrillo consumido, a arcabuz herrumbroso, a tercio español, y se abalanza sobre mí. Yo no tengo tiempo de entablar resistencia, la gente de la cola le vitorea y hace bien. Y me da de hostias. Como panes. Como lluvia. Una, y otra, y otra. Y otra más. La sangre salpica, baña mi sonrisa de la que caen dientes. Y yo no puedo ser más feliz.

lunes, 8 de junio de 2015

Encuentro con don Arturo. Parte 2

El silencio se ha adueñado de la caseta número 0. Alrededor, zumban los mosquitos, los pasos, y una voz por megafonía que nos revela que Marwan firma libros, y que debería importarnos. Yo sólo tengo ojos, ni que decir tiene, para mi interlocutor, que acaso pronto podría convertirse en mi asesino.

PÉREZ-REVERTE: (Lívido) Creo que no le he entendido bien.
EL MENDA: ¿No? (El nerviosismo deviene en insensata agresividad) Pues se supone que estoy hablando su idioma. El directo, el que no conoce los eufemismos. Su libro no es flojo ni mediocre. Su libro es una puta mierda.
PR: ¿Podría (Hace una pausa, tembloroso, elucubrando el sopapo), al menos, explicarme las razones?
EM: Podría, pero usted las conoce.
PR: ¿Yo las conozco?
EM: En efecto, don Arturo. Aunque no me crea, soy uno de sus más grandes admiradores, y me entristecería mucho descubrir que tal admiración es infundada. Todos tenemos nuestros tropiezos, pero debemos saber girar la cabeza, advertirlos, y llamarlos por su nombre.
PR: Me sorprende su elocuencia, soplador de vidrio. ¿Por qué no prueba usted a escribir una novela? Ya que tan claro lo tiene. Cómo ha de ser una buena.
EM: Para mí una buena novela es La Reina del Sur. O La tabla de Flandes. O cualquiera de los Alatristes.
PR: Ahora me halaga usted.
EM: Yo no diría eso, porque sabe que ésos son buenos libros, así como desearía que fuera consciente de que Hombres buenos a su lado es un vómito de tinta digno de E.L. James. O de una adaptación de Tele5.


PR: (Resopla) Y ahora va a hablarme de Tele5. Sí, sé que no tendría que haber permitido que hicieran ediciones de El Capitán Alatriste promocionando la serie...
EM: ¿Qué es eso de que debieron buscar un historiador, don Arturo? ¿No tenían bastante con usted? ¿No debió usted supervisarlo, confirmar que era una basura y declarar que se desentendía del tema una vez que no hubo vuelta atrás? Supongo que hubo mucha pasta de por medio, pero usted es famoso por su sinceridad, por decir siempre lo que piensa aunque no sea lo más prudente. Y eso de que no podemos tener aquí series como la HBO... ¿ha visto usted El Ministerio del Tiempo?
PR: Me parece que tendrá que afinar más los tiros. O probar a ser mínimamente original.
EM: Y mi polla daba más el pego como Alatriste que Aitor Luna.
PR: (Carraspea) Aitor Luna, pese a su juventud...
EM: Y una polaca interpretando a María de Castro. ¿No tuvimos bastante con Viggo Mortensen hablando en argentino?
PR: (Para sus adentros) Hace mucho que no sé nada de Agustín Díaz-Llanes...
EM: Y esos doblajes, esa iluminación... Dios mío, don Arturo, ¿cómo pudo permitir eso? ¿Qué es lo que le ha pasado? (Mi voz se torna en lamento) Usted antes molaba.
PR: ¡Y sigo molando! (Pierde definitivamente la paciencia) ¿Usted quién cojones se cree que es para insinuarme que ya no molo? Soy el jodido Arturo Pérez-Reverte. Yo escribo de puta madre, hablo de puta madre y me documento de puta madre. ¿Hombres buenos no está documentado de puta madre?
EM: (Tengo la oportunidad de relajarme); de hecho es tan fácil visualizar sus ambientes y escenarios; olerlos, vivirlos, como en sus otras novelas.
PR: Menos mal, no es usted un completo ignorante después de todo. ¿Podría aclararme, ya puestos, por qué piensa esas otras cosas tan lamentables de Hombres buenos y apartarse por siempre de mi vista?
EM: Con gusto. Su libro no posee una historia que enganche. La mayoría de sus personajes carecen de atractivo. No ocurre nada en las quinientas y pico páginas que tiene. Los diálogos son planos, inmóviles, sosos. Vale que el hecho de ir a comprar una enciclopedia difícilmente daría pie a una aventura de acción frenética, pero hasta La carta esférica tenía más acción.


PR: Mi libro es, ante todo, un libro reflexivo. La acción se sustenta en el diálogo. En los razonamientos de sus personajes. Todo redunda en un mensaje, en una visión de España.
EM: Una visión de España por la cual los españoles somos en gran medida, o en toda, culpables de nuestro triste destino. Los penosos gobernantes que siempre hemos tenido han ayudado pero, ante todo, España es el país de la envidia, la estulticia, la incultura y la barbarie.
PR: (Asiente complacido) En efecto.
EM: La cosa es, don Arturo, que creo que esa visión de España ya ha quedado muy clara con sus libros anteriores. O con sus columnas. O con cada vez que aparece en los medios para cagarse en los muertos de alguien. Algo que hacía con bastante gracia, puedo asegurárselo, hace diez años.
PR: Todos los escritores escriben siempre el mismo libro.
EM: Pero todos han de tratar de disimularlo. Hombres buenos es lo mismo de siempre; los diálogos no son más que reciclajes de páginas mucho más brillantes de Alatriste o Un día de cólera, o del último párrafo de cada columna de El Semanal. ¿"Una historia de España"? Creo que dicha historia viene siendo la misma desde El húsar. Punto por punto. Insulto por insulto.
PR: Es usted un perfecto mierda.
EM: O Cabo Trafalgar. O La sombra del águila. Buenas novelas, novelas divertidas, ocurrentes, que hablan de lo mismo de lo que habla usted siempre pero lo hacen con gracia y novedad. ¿Podría usted ahora, a sus años, volver a escribir una joyita como La sombra del águila? ¿Con esa concisión, esa caricatura, ese tono tan bien calculado?
PR: Me está usted tocando los aparejos.
EM: Yo creo que no. La mala leche se le ha cortado. Y ahora no hay quien se la beba.