El año 2015 será el del estreno del Episodio VII de Star Wars, y eso es algo que a la redacción de Y con razón, o al menos una tercera parte de ella, llena de alegría, entusiasmo y humedad espontánea e iterativa en los sitios más insospechados. Sobre todo porque, siempre a la vanguardia en lo que a gustos y disgustos culturales se refiere, nuestra independencia de criterio es tal que no compartimos el desdén del sector mayoritario de los warsies por la trilogía de precuelas que George Lucas se sacó de la manga y de cuyo fin parece mentira, pero han pasado diez añazos. Además, siempre será bienvenida, hasta cierto punto, una nueva incursión que pueda mancillar más aún el maravilloso legado de las originales a la vez que, y es lo único que importa, nos transporte de nuevo a galaxias muy, muy lejanas. Somos unos amantes incondicionales, sí, pero picajosos, y nada nos entristece más como que parezca definitivo que Jar Jar Binks, nuestro idolotrado Jar Jar Binks, no vaya a asomar la lengua en ninguno de los nuevos proyectos anunciados.
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¿No creéis que se da un aire como a Albert Rivera? |
El gungan de comportamiento infantiloide, dialecto incomprensible y problemático temperamento siempre ha sido un gran incomprendido, una cabeza de turco de la que se servían los seguidores con menos sentido del humor para masacrar por defecto todo aquello que escribiera, produjera o dirigiera Lucas más allá de 1983. Tampoco tenemos por qué echárselo en cara; comprendemos perfectamente lo chovinista e intolerante que pueden acabar siendo ciertas nostalgias, y Jar Jar Binks, alguien tan inocente e inocuo como el pobre Jar Jar Binks, estaba desde el principio destinado al odio más cerril. Sirva este post para hacer una apología rigurosamente documentada de este personaje, al tiempo que exigimos su eventual retorno y el lanzamiento de versiones extendidas de las precuelas donde podamos disfrutar por un rato más de sus genialidades (total, las sucesivas reediciones de los DVDs ya son absurdas de por sí). Aquí van 10 de las razones por las que Jar Jar Binks es la polla, pero podrían ser muchas más, os lo aseguramos:
- 1. Porque es gracioso, joder. Acabemos ya con el cinismo imperante. Jar Jar Binks es un personaje divertido, muy divertido nos atreveríamos a decir, y si mucha gente no quiere o no puede verlo tan sólo se debe a que carece de la apertura de miras necesaria. El bueno de Binks apela a la risa más inocente y desprejuiciada, lejos de la satírica autoconsciencia de un Han Solo, la neurosis secular de un C-3PO o el hieratismo de un R2-D2. Jar Jar Binks dice cosas como "Son súper tope" o "Los tipos de por cuí están chifalados", como si fuera un glorioso Antonio Ozores intergaláctico. No entiendes nada de lo que dice, pero por otro lado tampoco crees que lo que dice fuera algo trascendente aunque lo entendieras, así que no tienes más remedio que reírte. Si no lo haces es problema tuyo, no de Binks.
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Pues sí, esto es humor del bueno, del de pata negra |
- 2. Porque fue una de las primeras muestras de las grandes posibilidades del CGI. En 1999, finales de siglo y milenio, la gente miraba con incomodidad a los ordenadores, el efecto 2000 lo mismo nos iba a joder la marrana, y la mayoría de los realizadores insistían en plegarse a métodos más artesanos para hacernos soñar. James Cameron fue uno de los primeros en apostar fuerte por la tecnología, con Abbyss, Terminator 2 y demás, así como Steven Spielberg con sus dinosaurios extremadamente agüesomes. La diferencia era que la técnica digital de entonces se limitaba a crear o bien criaturas pesadillescas o poderes estrafalarios para los malosos; nadie se iba a atrever a darle un diálogo completo a un tipo que ni siquiera estuviera allí. Nadie excepto Lucas, que además de Jar Jar Binks metió en su Episodio I otros muchos personajes creados exclusivamente por CGI, como el Jefe Nass, Watto o un montón de bichos de Tattoine. Todos y cada uno de ellos fueron igualmente crucificados, pero ahora cabe preguntarse si, de no mediar el inicial atrevimiento de Industrial Light & Magic, hubiera nacido un personaje como Gollum. O como César. De hecho, estoy seguro de que si Andy Serkis hubiera prestado sus movimientos a Jar Jar Binks cuando tuvo ocasión nunca le hubieran machacado tanto. O Robert Zemeckis nunca hubiera hecho todas esas películas horribles de animación. Puestos a soñar.
- 3. Porque en La amenaza fantasma era un alivio cómico extremadamente necesario. Star Wars, por mucho que a veces queramos filosofar y destacar grandes temas humanos en sus películas, es una saga que exhuma pura y dura diversión, y esto era tan cierto en 1999 como lo había sido en el 77. La diferencia es que en Una nueva esperanza contábamos no con uno ni con dos ni con tres sino con hasta cuatro personajes cómicos (excluyendo las mascotitas siempre imprescindibles tales como Jawas, Moradores de las Arenas o esos robots con forma de caja con ruedas que ni Kevin Smith sabía para qué servían). Contad; los dos androides, Han Solo y Chewbacca, todos estaban ahí por las risas, con mucho carisma, sí, pero bien alejados de toda la mística Jedi que no daba bajón simplemente porque, bueno, era la mística Jedi. Ahora comparemos este blindaje humorístico con lo que encontraríamos en La amenaza fantasma sin Jar Jar. R2-D2, que ya estaba muy quemado, y C-3PO, que por necesidades narrativas no salía más de cinco minutos. ¿Para cuántos chistes daría eso? En El ataque de los clones lo solucionaron muy apañadamente convirtiendo a Obi-Wan en Harrison Ford, pero en La amenaza fantasma era imprescindible un personaje como Jar Jar Binks.
- 4. Porque es un personaje no humano que habla español, o que lo intenta. En la trilogía original, R2-D2 y Chewbacca tenían como cuarenta páginas de guión cada uno en las que se limitaban a dar pitidos o rugidos, y pitidos y rugidos que por lo demás comprendían perfectamente sus compañeros de aventuras (no así los espectadores). Esto era tan encantador como, según qué momentos, bastante irritante, y al menos con Jar Jar Binks nos sentíamos parte del proceso comunicativo. Sobre todo, claro, porque muchas veces ni sus propios compañeros le entendían o hacían el más mínimo caso (de hecho creemos que Liam Nesson no se enteró de su existencia hasta que vio la peli en el cine).
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"Si se te vuelve a ocurrir colocarme frente a un croma verde te encontraré y te mataré" |
- 5. Porque llama "Obi" a Obi-Wan Kenobi. Sólo él puede permitirse semejante insubordinación.
- 6. Porque es un personaje bien construido. No es broma. En La amenaza fantasma era un personaje secundario, pero aún así llegábamos a saber mucho de él, una trágica historia por debajo de sus "misas" y sus "atatatás huis huis". Jar Jar era un habitante de la subacuática Gunga City marginado por sus congéneres debido a su tendencia al pillaje, a su torpeza y, por qué no decirlo, a su flagrante estupidez. Pese a ello tenía un buen fondo, ciudadanos ilustres como el General Tarpals le respetaban, aunque no dejaban de lamentar su problemática personalidad. Finalmente cometió un error y fue desterrado, teniendo que vivir solo en la superficie como cazador furtivo e indigente hasta que Qui-Gon Jinn le salvó la vida. En ese momento Jar Jar, pese a su general egoísmo e indolencia, decidía dedicar su vida a proteger al Maestro Jedi, embarcándose en una aventura que le haría convertirse en un héroe y en, finalmente, un ciudadano ilustre no sólo de Gunga City, sino de todo el planeta Naboo. Incluso haría carrera en política. La historia de Jar Jar Binks es una historia de redención, en la mejor tradición del cine de Martin Scorsese, con diálogos enloquecidos, violencia descarnada y mucho rock and roll. Ahí queda eso.
- 7. Por su importancia en el contexto general de la saga. Sin dejar de plegarnos al aspecto más estrictamente argumental, Jar Jar Binks es uno de los personajes más importantes no sólo de las precuelas, sino de la totalidad de películas nacidas bajo el sello y prostitución de Star Wars. Y todo gracias a una sola escena en El ataque de los clones; de hecho, una de las únicas dos en las que aparece. En sustitución de Padmé Amidala, Jar Jar se ha convertido en el representante de Naboo dentro del Senado Galáctico, y en un momento, desde luego, bastante delicado. La República se encuentra bajo la grave amenaza de los separatistas, y la única solución parece pasar por que al Canciller Palpatine le sean concedidos ciertos poderes extraordinarios que le permitan tomar difíciles decisiones dentro de una coyuntura abiertamente bélica, tales como, entre otras cosas, la habilitación oficial del ejército clon. ¿Quién es el pobre desgraciado que acaba concediéndole estos poderes? Exacto, Jar Jar. Y con eso permite a Darth Sidious consolidar su influencia en el mismo seno de la República, con eso permite que ésta se hunda y sea sustituida por el Imperio, y con eso acaba permitiendo el nacimiento de vuestra amadísima trilogía original. Creo que va siendo hora de que le pidáis disculpas.
- 8. Porque él es el auténtico alma de La amenaza fantasma. Es un hecho que muchos descubrimos Star Wars gracias al Episodio I, y más allá de eso, es obvio que nos fascinó; de no ser por ella es probable que jamás nos hubiéramos puesto a ver la trilogía original. Así que sí, una mínima pleitesía hay que guardarle. Según crecimos, no obstante, pudimos llegar a advertir los fallos de los que la peli adolecía, pero nunca fueron tan numerosos ni tan graves, más allá de una acusada esquizofrenia: en efecto, el mayor problema de La amenaza fantasma es que no sabe qué tipo de peli quiere ser, si un cuento infantil, un thriller político o una epopeya religiosa, y es exclusivo de cada uno elegir con qué se queda. En cuanto a nosotros, no tenemos dudas: La amenaza fantasma es una excelente película familiar, divertida, encantadora e ingenua, y no hay personaje mejor que Jar Jar Binks para ejemplarizarlo.
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Aunque también tenga, por supuesto, un lado oscuro. PERSONAJE COMPLEJO |
- 9. Porque su presencia nunca será tan ofensiva como la de los Ewoks en El retorno del Jedi. En torno a este tema se abre uno de los debates más hipócritas e injustos; ¿por qué meterse con Jar Jar Binks y no con los Ewoks? Hay un colectivo que no perdona ni al uno ni a los otros, pero uno aún más holgado no tendrá nada que reprocharle a los Ewoks simplemente porque pertenecen, exacto, a la trilogía original. Y por eso es una blasfemia decir algo malo de ellos. Pues oye, no. Seamos objetivos. Si Jar Jar apesta (que no es así), los Ewoks lo hacen mil veces más. Podríamos dar mil razones, desde que no son ni la mitad de graciosos hasta la peli que les dedicaron en plan spin-off, pero sin duda nos quedamos con el mero papel que en El retorno del Jedi juegan. Los Ewoks, indígenas, ignorantes, con la mentalidad de niños de siete años, con una tecnología antediluviana, se las apañan para derrotar a las tropas imperiales en la batalla de la luna de Endor. Para derrotarles, además, con mucho de humillación y de zafio ecologismo. Para acabar, en definitiva, con un ejército que ha puesto en jaque a toda la Galaxia, que ha construido sendas Estrellas de la Muerte y que, atención, HA EXTERMINADO A LOS JEDI. Con una eficiencia de cagarse, para ser más exactos. Por una simple regla de tres, eso significa que los Ewoks PODRÍAN DERROTAR A LOS JEDI. Y ése es un pensamiento tan perverso que dan ganas de llorar.
- 10. Porque todos queremos tener un colega como Jar Jar. Afrontémoslo. R2-D2 es como el típico colega andaluz que nunca entiendes qué hostias dice pero que por lo visto es gracioso. C-3PO, un pesado que no pararía de hablar del comunio cada vez que quedarais. Han te levantaría a todas las gachís. Chewbacca te metería en peleas peligrosas e injustificadas. Nunca te dejarían entrar con Luke en una discoteca. Y, bueno, siempre estarías dispuesto a destruir tu fraternal amistad con Leia con tal de trincártela. Ninguno sería el colega perfecto. Ninguno salvo Jar Jar. Vete con Jar Jar a un karaoke. O bébete dos botellas de Jägger con él. O fúmate seis petas. Jar Jar Binks es el colega perfecto, no hay nadie como él para divertirte y disfrutar de las cosas importantes de la vida. Y por eso se merece todo nuestro amor. Y por eso da tanta lástima que, en el Episodio VII, vaya a salir Lupita Nyongo, y no él. Llorémosle. Amémosle.