Cuando, durante el rodaje de La amenaza fantasma, George Lucas y los mil y ún asalariados de Industrial Light & Magic se proponían rodar una de las primeras escenas en las que se utilizara un sable láser, se toparon con una dificultad inesperada. El escocés Ewan McGregor, famoso por haber personificado el cinismo y el desapego posadolescentes en la figura de Mark Renton y el marco de Trainspotting, ahora llamado a sustituir los rasgos de sir Alec Guinness, se lo estaba poniendo bastante difícil. No por padecer algún tipo de inmovilidad facial en la estela de Hayden Christensen, o por criticar ciertas ideas polémicas del guión de La amenaza fantasma (aun cuando él, como nadie, tampoco supiera qué carajo era una Federación y qué pintaba en una peli de La Guerra de las Galaxias); qué va. En ese sentido, estaba resultando un trabajador modélico e incansable, siguiendo con entusiasmo cada indicación. De hecho, ahí radicaba el principal problema; el entusiasmo. Demasiado entusiasmo. Cada vez que Ewan sostenía la empuñadura del sable láser, cuya hoja sería insertada en posproducción, y la blandía siguiendo la coreografía que tan concienzudamente había memorizado, ciertos sonidos escapaban de su boca. Wiiing. Wiiing. Sonidos a todas luces innecesarios, pero que el chico simplemente no podía evitar farfullar. Los arbitrarios wiiings, así las cosas, estaban echando a perder las tomas, por registrar el micrófono ciertas pistas intrusivas, y alguno de los responsables ya se temía que iban a tener que recurrir a Liam Neeson para que le dijera cuatro palabritas. George Lucas tomó cartas en el asunto y le acabó afeando el gesto. Ewan sonrió con embarazo, cerró los ojos y asintió con la cabeza. "No volveré a hacerlo, lo siento". Una vez dijeron "Acción", sin embargo, ocurrió exactamente lo mismo. Wiiing. Wiiing.
¿Quién en el ancho mundo podría culpar a Ewan McGregor? Por entonces contaba con algo menos de 27 años, y aquéllos estaban siendo los mejores días de toda su vida. Sencillamente, no se lo podía creer. Estar ahí, con aquel señor barbudo tras las cámaras, con un sable láser en la mano. Haciendo de Ben Kenobi, por el amor de Dios. Ni en sus sueños más mágicos podía haber imaginado tomar parte en algo así. O bueno. Quizá en sus sueños más mágicos sí. Sólo en ellos.
Hay ciertas ocasiones, sino todas, en las que una anécdota, una historia en apariencia banal, es capaz de resumir toda una era y de ilustrar sobre ciertos aspectos de la naturaleza humana con mayor tino y detalle que un ensayo de ciento ochenta páginas. Porque, ¿qué se puede contar sobre Star Wars que no sepamos ya? ¿Qué nuevas rimbombantes palabras han de emplearse para describir el fenómeno? Ewan McGregor, pidiendo disculpas al equipo con la boca pero desafiando con sus ojos, representaba no a una sino varias generaciones aquel día en ese minimalista set (la pantalla verde era algo con lo que no se sentía del todo cómodo), acaso sabiendo que todos nos comportaríamos de modo semejante de encontrarnos en su lugar. El nuevo vídeo de la Comic Con de San Diego está impregnado en un sentimiento así. De hecho, su banda sonora no es la marcha imperial o aquel arreglo tan espectacular que sonaba cuando Luke y Han se montaban en las torretas del Halcón Milenario para destruir a los Cazas TIE. No. Eso no es más que un símbolo, en consonancia al casco descuajeringado de Darth Vader del segundo trailer o al clima desértico del nuevo planeta que no es Tattoine. La banda sonora del nuevo vídeo de la Comic Con de San Diego es el wiing wiing.
Y cada declaración a cámara de esta maravilla audiovisual refrenda esta idea."Ya me puedo morir". "Todos los días voy al trabajo sonriendo". El bueno de Simon Pegg descubriéndonos lo obvio: "Toda mi vida conduce a este momento, estoy en el cielo". Rematando. "Star Wars. Ardería por Star Wars". Tan simple como eso. No es ya sólo cuestión de nostalgia, la palabra que este verano, este siglo, nos golpea incesante y contundente. Es algo más, una sensación que se proyecta hacia adelante, retroalimentada con años y años de excitación interminable a la cual un nuevo foco no devenía necesario, pero tampoco baladí. Y más si cada nueva información que nos llega de El despertar de la Fuerza, limitada hasta lo absurdo (¿por qué sigue existiendo el Imperio?, ¡¿por qué ese sable láser de tan desastrosa ergonomía?!, ¡¡¿por qué C-3PO con ese brazo rojo?!!, ¡¡¿¿POR QUÉ SOLDADOS CLON NEGROS??!!), nos revela que las cosas, sean cuáles sean éstas, se están haciendo bien. Muy bien. De un modo en que ni la intención capitalista subyacente consigue decepcionarnos por lo resultón de su fachada, por lo atinado de sus flashes. ¿Por qué que alguien que no sea Harrison Ford pueda llegar a hacer de Han Solo nos cabrea menos que alguien que no sea Harrison Ford pueda llegar a hacer de Indiana Jones? Muy sencillo. Esta peña, que habla de "una evolución de la tecnología con un pie en el mundo predigital", J.J. Abrams, Lawrence Kasdan, John Williams, Adam Driver, cuenta con nuestra confianza. Porque la Fuerza está, o parece estar, con ellos. Que Chris Miller y Phil Lord (La Lego Película, Infiltrados en clase, Lluvia de albóndigas, Brooklyn Nine Nine) sean los destinados a independizar las aventuras del contrabandista corelliano también influye, obviamente.
Puede que nos equivoquemos, claro, y que todo acabe siendo un bluff y los corsarios no puedan acabar evitar mostrando su auténtica bandera. Puede que el séptimo episodio sea una puta mierda, que el personaje infográfico de Lupita Nyongo suscite la inquina del respetable y que los protas de la trilogía original luzcan acartonados y ridículos. Puede que El despertar de la Fuerza no sea más que otro Jurassic World. Sin embargo, habrá merecido la pena. Lo cierto es que nadie podrá quitarnos estos meses de ilusión, de emoción, de niñez retornada.Y, ante todo, nadie podrá quitárselos a ellos.
Ved el nuevo vídeo de la Comic Con de nuevo, comprendedlo, y sentíos dichosos de haber existido durante el año 2015.
Puede que nos equivoquemos, claro, y que todo acabe siendo un bluff y los corsarios no puedan acabar evitar mostrando su auténtica bandera. Puede que el séptimo episodio sea una puta mierda, que el personaje infográfico de Lupita Nyongo suscite la inquina del respetable y que los protas de la trilogía original luzcan acartonados y ridículos. Puede que El despertar de la Fuerza no sea más que otro Jurassic World. Sin embargo, habrá merecido la pena. Lo cierto es que nadie podrá quitarnos estos meses de ilusión, de emoción, de niñez retornada.Y, ante todo, nadie podrá quitárselos a ellos.
Ved el nuevo vídeo de la Comic Con de nuevo, comprendedlo, y sentíos dichosos de haber existido durante el año 2015.
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